Por: Jesús Galindo Cáceres
Hace poco más de diez años inicio un movimiento que aún lleva el título de Nueva Teoría de la Estrategia. Las genealogías que llevan a ella son tan diversas como los apuntes sobre el arte de la guerra de Sun Tzu y las notas de Carl Von Clausewitz, la teoría de juegos de John Von Neumann y Oskar Morgenstern, la Economía, así como toda la ciencia moderna aplica a la mercadotecnia, la propaganda y la publicidad. El proyecto ha crecido tanto que hoy involucra a todo tipo de pensamiento o guía práctica de pensamiento bajo el verbo y no sólo el sustantivo, de la estrategia al estrategar. Quizás lo más llamativo de la propuesta es su vocación hacia el empoderamiento de la acción humana en todas sus dimensiones.
El mundo es complejo y extenso, la vida de la conciencia individual es frágil y es corta. La NTE no es un modelo acabado de algo, ni una propuesta en desarrollo hacia alguna parte en particular, es una exploración de algunas formas del estar y del ser, una puesta en escena del enriquecimiento de la articulación de lo simple a lo complejo, de lo individual a lo colectivo, de lo particular a lo general. Las visiones cosmológicas de la Ecología y la Comunicología nunca se han sentido más frescas y vigorosas que con la NTE. Con ella multitud de visiones y razones convergen, pero también una diversidad de sentimientos y emociones. La intuición no le es ajena. Se podría afirmar que se mueve en los causes de una nueva forma del proceso civilizatorio, en la dirección de nuevas formas de convivencia y productividad, más articuladas, más eficientes, más alegres, más entusiastas, más sustentables.